Cuando el bueno de Amstrong dio aquellos
pasos,todos registramos cómo se movía
tosco,pesado,en un suelo blancuzco
¿o era de piedra pómez? ¿quién se acuerda?
Durante un rato estuvo cavilando y la
escafandra o como se llamase, impedía que
viéramos sus ojos,pero juraría que su
mirada era de pereza o abulia.
Algo debió explicar a su regreso,algo
diferente al discurso de gloria que le
ordenaron pronunciar eufórico entre
medallas,flores,vítores y guirnaldas.
Algo debió decir en privado a sus jefes
algo importante,inesperado.
Verbigracia uno: cuando andaba allá,heroico,
pisando las feísimas arrugas del satélite,
imaginé que así debía ser la muerte,
es decir,el paisaje de la muerte.
O verbigracia dos: cuando estaba en selene,
paseando por la nada como un imbécil,sentí
el asco infinito de la ausencia del hombre
y me dije,qué mierda estoy haciendo aquí.
Algo así debe haber confesado a sus jefes
con su estrenada voz de robot disidente
y quizá por eso los dueños del poder
postergaron sine die los viajes a la luna.
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