Nadie sabe en qué noche de
octubre solitario, de fatigados
duendes que ya no ocurren,
puede inmolarse la perdida infancia
junto a recuerdos que se están haciendo.
Qué sorpresa sufrirse una vez
desolado,escuchar cómo tiembla
el coraje en las sienes,en el pecho,
en los muslos impacientes,sentir
cómo los labios se desprenden de
verbos maravillosos y descuidados,
de cifras defendidas en el aire muerto,
y cómo otras palabras, nuevas,
endurecidas y desde ya cansadas,
se conjuran para impedirnos
el único fantasma de veras.
Cómo encontrar un sitio con los
primeros ojos,un sitio donde asir
la larga soledad con los primeros
ojos, sin gastar las primeras miradas,
y si quedan maltrechas de significados,
de cáscara de ideales, de purezas
inmundas, cómo encontrar un río
con los primeros pasos, un río
-para lavarlos- que las lleve.
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