Si te quedas, rebozaré las calles con
lentejuelas, invitará la casa a merendar,
no volverán los coches a chocar.
Apagaré las luces por Navidad,
el mundo rodará a más intensidad,
volverán las trompetas a soplar.
Haremos por los poros lo que sea,
plantaremos violetas entre las grietas,
aceptaré el mandato y cumpliré mi cargo:
presidente de la escalera, ¡sí!
Habrán preliminares hasta para fregar,
si te quedas, por encima de tanta letra y
pirueta, es para mejorar.
Inopia
Seis de cada diez dentistas recomiendan que lo pienses
viernes, 25 de octubre de 2019
martes, 14 de febrero de 2017
La vida es sueño - Pedro Calderón de la Barca
¿No es breve luz aquella
caduca exhalación, pálida
estrella, que en trémulos desmayospulsando ardores y latiendo rayos,
hace más tenebrosa la obscura
habitación con luz dudosa?
Sí, pues a sus reflejos
puedo determinar (aunque de
lejos) una prisión obscura,
que es de un vivo cadáver
sepultura, y porque más me
asombre, en el traje de fiera yace
un hombre de prisiones cargado
y sólo de la luz acompañado.
Pues huir no podemos, desde aquí
sus desdichas escuchemos;
sepamos lo que dice.
domingo, 5 de enero de 2014
Las cárceles - Miguel Hernández
Aquí no se pelea por un buey
desmayado, sino por un caballo
que ve pudrir sus crines, y siente
sus galopes debajo de los cascos
pudrirse airadamente. Limpiad
el salivazo que lleva en la mejilla,
y desencadenad el corazón del
mundo, y detened las cárceles
de las voraces cárceles donde el
sol retrocede.
La libertad se pudre desplumada
en la lengua de quienes son sus
siervos más que sus poseedores.
Romped esas cadenas, y las otras
que escucho detrás de esos esclavos,
esos que sólo buscan abandonar
su cárcel, su rincón, su cadena, no
la de los demás, y en cuanto lo
consiguen, descienden pluma a
pluma, enmohecen, se arrastran.
Son los encadenados por siempre
desde siempre. Ser libre es una cosa
que sólo un hombre sabe: sólo el
hombre que advierto dentro de esa
mazmorra como si yo estuviera.
Cierra las puertas, echa la aldaba,
carcelero. Ata duro a ese hombre:
no le atarás el alma. Son muchas llaves,
muchos cerrojos, injusticias: no le
atarás el alma.
Cadenas, sí: cadenas de sangre
necesita. Hierros venosos, cálidos,
sanguíneos eslabones, nudos que
no rechacen a los nudos siguientes
humanamente atados. Un hombre
aguarda dentro de un pozo sin
remedio, tenso, conmocionado, con
la oreja aplicada. Porque un pueblo
a gritado ¡libertad!, vuela el cielo.
Y las cárceles vuelan.
viernes, 6 de diciembre de 2013
El problema - Silvio Rodríguez
El problema no es si te buscas o no más
problemas. El problema no es ser capaz
de volver a empezar. El problema no es
vivir demostrando a uno que te exige y
anda mendigando. El problema no es
repetir el ayer como fórmula para
repetir el ayer como fórmula para
salvarse. El problema no es jugar a darse.
El problema no es de ocasión. El problema,
señor, sigue siendo sembrar amor.
El problema no es de quién vino y se fue,
o viceversa. El problema no es de los niños
que ostentan papás. El problema no es de
quien saca cuenta y recuenta y a su bolsillo
suma lo que resta. El problema no es de la
moda mundial ni de que haya tan mala
memoria. El problema no queda en la gloria,
ni en que falten tesón y sudor. El problema,
señor, sigue siendo sembrar amor.
El problema no es despeñarse en abismos
de ensueño porque hoy no llegó al futuro
sangrado de ayer. El problema no es que el
tiempo sentencie extravío cuando hay juventudes
soñando desvíos. El problema no es darle un
hacha al dolor y hacer leña con todo y la
palma. El problema vital es el alma, el problema
es de resurrección. El problema, señor, será
siempre sembrar amor.
jueves, 28 de noviembre de 2013
Los desposeídos, una utopía ambigua - Úrsula Le Guin
Porque cada uno de nosotros lo merece todo, todos los
lujos que alguna vez estuvieron acumulados en las tumbas
de los reyes muertos, y cada uno de nosotros no merece
nada, ni un bocado de pan cuando tiene hambre. ¿Acaso
no hemos comido cuando otros sufrían hambre? ¿Nos
castigaréis por eso?
¿Nos premiaréis por la virtud de pasar hambre mientras
otros comían? Ningún hombre gana el castigo, ningún
hombre gana la recompensa. Libera tu mente de la idea de
merecer, la idea de obtener y empezarás a ser capaz de
pensar. Las normas son siempre tiránicas. El deber
del individuo es no aceptar ninguna norma, decidir su
propia conducta, ser responsable. Sólo así la sociedad
vivirá, y cambiará, y se adaptará, y sobrevivirá. No somos
súbditos de un Estado fundado en la ley, somos miembros
de una sociedad fundada en la revolución.
La revolución nos obliga: es nuestra esperanza de cambio.
La revolución está en el espíritu del individuo, o en ninguna
parte. Es para todos, o no es nada. Si tiene un fin, nunca
tendrá principio.No podemos detenernos aquí. Hay que
seguir adelante. Hay que correr riesgos.
lujos que alguna vez estuvieron acumulados en las tumbas
de los reyes muertos, y cada uno de nosotros no merece
nada, ni un bocado de pan cuando tiene hambre. ¿Acaso
no hemos comido cuando otros sufrían hambre? ¿Nos
castigaréis por eso?
¿Nos premiaréis por la virtud de pasar hambre mientras
otros comían? Ningún hombre gana el castigo, ningún
hombre gana la recompensa. Libera tu mente de la idea de
merecer, la idea de obtener y empezarás a ser capaz de
pensar. Las normas son siempre tiránicas. El deber
del individuo es no aceptar ninguna norma, decidir su
propia conducta, ser responsable. Sólo así la sociedad
vivirá, y cambiará, y se adaptará, y sobrevivirá. No somos
súbditos de un Estado fundado en la ley, somos miembros
de una sociedad fundada en la revolución.
La revolución nos obliga: es nuestra esperanza de cambio.
La revolución está en el espíritu del individuo, o en ninguna
parte. Es para todos, o no es nada. Si tiene un fin, nunca
tendrá principio.No podemos detenernos aquí. Hay que
seguir adelante. Hay que correr riesgos.
jueves, 21 de noviembre de 2013
Encargo - Julio Cortázar
No me des tregua, no me perdones nunca.
Hostígame en la sangre, que cada cosa cruel
sea tú que vuelves. ¡No me dejes dormir,
no me des paz! Entonces ganaré mi reino,
naceré lentamente. No me pierdas como
una música fácil, no seas caricia ni guante;
tállame como un sílex, desespérame.
Guarda tu amor humano, tu sonrisa, tu
pelo. Dálos. Ven a mí con tu cólera seca
de fósforos y escamas. Grita. Vomítame
arena en la boca, rómpeme las fauces.
No me importa ignorarte en pleno día,
saber que juegas cara al sol y al hombre.
Compártelo. Yo te pido la cruel
ceremonia del tajo, lo que nadie te pide: las
espinas hasta el hueso. Arráncame esta
cara infame, oblígame a gritar al fin mi
verdadero nombre.
Hostígame en la sangre, que cada cosa cruel
sea tú que vuelves. ¡No me dejes dormir,
no me des paz! Entonces ganaré mi reino,
naceré lentamente. No me pierdas como
una música fácil, no seas caricia ni guante;
tállame como un sílex, desespérame.
Guarda tu amor humano, tu sonrisa, tu
pelo. Dálos. Ven a mí con tu cólera seca
de fósforos y escamas. Grita. Vomítame
arena en la boca, rómpeme las fauces.
No me importa ignorarte en pleno día,
saber que juegas cara al sol y al hombre.
Compártelo. Yo te pido la cruel
ceremonia del tajo, lo que nadie te pide: las
espinas hasta el hueso. Arráncame esta
cara infame, oblígame a gritar al fin mi
verdadero nombre.
sábado, 16 de noviembre de 2013
Los arcángeles - Juan Gil Albert
La amistad es dulce pero suficiente.
El amor frenético, pero caduco. Es
en mi ser en quien necesito depositar
mi confianza; si yo no me basto a mí
mismo, mi tiempo está perdido. Yo
soy el amigo y el amante, mi misma
proyección. Lo demás son las brisas
pasajeras que el mundo, y sus criaturas,
nos envían. La religión es confusa.
El arte claro. Lo importante son las
huellas que dejan los hechos, no los
hechos en sí.
Los hechos nos impregnan y dejan,
después, un reguero de olor. Como
los perros, olfateamos incansablemente.
Y a esto solemos llamarlo fidelidad.
Pero ser fiel es ser, en cualquier
momento, uno mismo: distinto.
El amor frenético, pero caduco. Es
en mi ser en quien necesito depositar
mi confianza; si yo no me basto a mí
mismo, mi tiempo está perdido. Yo
soy el amigo y el amante, mi misma
proyección. Lo demás son las brisas
pasajeras que el mundo, y sus criaturas,
nos envían. La religión es confusa.
El arte claro. Lo importante son las
huellas que dejan los hechos, no los
hechos en sí.
Los hechos nos impregnan y dejan,
después, un reguero de olor. Como
los perros, olfateamos incansablemente.
Y a esto solemos llamarlo fidelidad.
Pero ser fiel es ser, en cualquier
momento, uno mismo: distinto.
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