Porque cada uno de nosotros lo merece todo, todos los
lujos que alguna vez estuvieron acumulados en las tumbas
de los reyes muertos, y cada uno de nosotros no merece
nada, ni un bocado de pan cuando tiene hambre. ¿Acaso
no hemos comido cuando otros sufrían hambre? ¿Nos
castigaréis por eso?
¿Nos premiaréis por la virtud de pasar hambre mientras
otros comían? Ningún hombre gana el castigo, ningún
hombre gana la recompensa. Libera tu mente de la idea de
merecer, la idea de obtener y empezarás a ser capaz de
pensar. Las normas son siempre tiránicas. El deber
del individuo es no aceptar ninguna norma, decidir su
propia conducta, ser responsable. Sólo así la sociedad
vivirá, y cambiará, y se adaptará, y sobrevivirá. No somos
súbditos de un Estado fundado en la ley, somos miembros
de una sociedad fundada en la revolución.
La revolución nos obliga: es nuestra esperanza de cambio.
La revolución está en el espíritu del individuo, o en ninguna
parte. Es para todos, o no es nada. Si tiene un fin, nunca
tendrá principio.No podemos detenernos aquí. Hay que
seguir adelante. Hay que correr riesgos.
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