sábado, 16 de noviembre de 2013

Los arcángeles - Juan Gil Albert

La amistad es dulce pero suficiente.
El amor frenético, pero caduco. Es
en mi ser en quien necesito depositar
mi confianza; si yo no me basto a mí
mismo, mi tiempo está perdido. Yo
soy el amigo y el amante, mi misma
proyección. Lo demás son las brisas
pasajeras que el mundo, y sus criaturas,
nos envían. La religión es confusa.
El arte claro. Lo importante son las
huellas que dejan los hechos, no los
hechos en sí.

Los hechos nos impregnan y dejan,
después, un reguero de olor. Como
los perros, olfateamos incansablemente.
Y a esto solemos llamarlo fidelidad.
Pero ser fiel es ser, en cualquier
momento, uno mismo: distinto.

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