Al despertar de un sueño, buscas
tu juventud, como si fuera el cuerpo
del
camarada que durmiese
a tu lado y que al alba no encuentras.
Ausencia
conocida, nueva siempre,
con la cual no te hallas. Y aunque acaso
hoy tú
seas más de lo que era, el mozo ido,
todavía sin voz le llamas,
cuántas veces;
Olvidado que de su mocedad se alimentaba
aquella pena
aguda, la conciencia de tu vivir
de ayer. Ahora, ida también, es
sólo
un vago malestar, una inconsciencia
acallando el pasado, dejando
indiferente
al otro que tú eres, sin pena, sin alivio.